Cuando Clemencia Wilde caminaba de regreso a su hogar, iba reflexionando sobre el encanto de las calles de Buenos Aires en otoño. En ningún momento pensó que vería salir corriendo de una casa, a un hombre aterrorizado.
Tampoco
pensó en que en vez de seguir su camino o ir detrás de aquel hombre y tratar de
auxiliarlo, entraría en aquella casa.
Menos
aún pensó que a partir de ese momento, una serie de acontecimientos la
convertirían en una investigadora aficionada.
Y mucho
menos pensó que todo eso le iba a gustar.